Palabras que no deben usarse en un poema
Candor, cándido, ínfimo, fastuoso, firmamento,
astral, cósmico, vacuo, ambrosía, fragor, sílfide,
son palabras prohibidas por romper la mesura
de los versos (nótese el especial efecto rimbombante
de las esdrújulas y la f aliterante).
Solomillo, alicate, soniquete, heces, muela,
barrena, baldosín, botón, diagrama o caries
han de ser evitadas por su escasa vis poetica.
Tampoco hay que caer
en llamar a lo desconocido ignoto,
arcano a lo escondido
o estío a los veranos.
Igual que no se dice H2O por agua,
hemoglobina en el lugar de sangre,
dospropiletileno en vez de alcohol.
El vino siempre ha sido vino,
y no licor melífluo del averno .
Y los ojos son iris, niña y conos,
pero nunca amatistas titilantes marinas.
No debería llamarse este poema
"Vocablos no factibles en redacción rimada";
se entiende muy clarito con "Palabras
que no deben decirse en un poema".
Pues ya decía el gran Juan de Mairena
que "los sucesos consuetudinarios de la rúa"
son "las cosas que pasan en la calle".
Por eso prístino es muy limpio,
harpía mujer mala
y beldad, hermosura.
Y así debe decirse.
Pedófilo, forúnculo, piloso,
costra, vómito y fluído
deben, por el contrario, no decirse.
No ayudan demasiado
al desarrollo estético del verso
y salir a la calle a ver cómo habla
la gente que jamás leerá poesía.
Ahí están las palabras verdaderas, las útiles.
Evitando prosodias, analepsis,
anáforas, tercetos y sinécdoques,
tomando las palabras sin mancharlas,
sólo resta inundarlas con la música.
Y llamar pan al pan. Y jugar. Y coser y cantar.
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